domingo, 13 de enero de 2008

ARGENTINA




La historia del gaucho convertido en peón rural y de sus descendientes: los desocupados de los cinturones de miseria urbanos

Durante la colonización, los virreyes españoles repartieron el territorio en gigantescos latifundios. En el sur del continente las inmensas praderas naturales aptas para la cría de ganado despertaron el interés del mundo.



Una característica particular del desarrollo rural de Argentina fue el posterior reparto de las tierras fértiles de Patagonia y de la pampa húmeda del litoral nordeste a colonos británicos durante el primer siglo de independencia y la incorporación “forzosa” del gaucho como mano de obra asalariada.

El capítulo de la serie Voces de América dedicado a la Argentina relata como ese país vio transformado su modelo productivo, anteriormente centrado en la producción agropecuaria diversificada, que ocupaba gran parte de la población, hasta el avance del monocultivo y de las multinacionales agroindustriales a partir de los años 90

Nada más que en la Patagonia, la naciente república repartió 2.500.000 hectáreas destinadas a la cría de ovejas y ganado vacuno, divididas en inmensos latifundios. Los colonos acudieron al gaucho como mano de obra. La vida del gaucho, hijo del indio y del criollo, indómito poblador de la campaña, fue brutalmente cambiada.


De él dice E. Galeano en Las venas abiertas... “El criollo bravío, que había servido de carne de cañón en los ejércitos patriotas, quedaba convertido en paria, en peón miserable, o en milico de fortín”. Atado a la tierra se mezcló con emigrantes pobres de España, Italia, Polonia, Alemania y de ellos nació el campesino y el agricultor. Cuatro siglos después las multinacionales se adueñan del suelo en un proceso de extranjerización de la tierra sin precedentes.



Hoy Argentina es el segundo exportador de soja transgénica, después de EE.UU. La soja y la forestación en base a pino y eucalipto para la producción de celulosa desplazan a campesinos agricultores e indígenas, liquidando las fértiles llanuras, las selvas y los humedales. La pequeña y mediana producción está amenazada en todo el país. Monseñor Joaquín Piña, Obispo de Misiones denuncia el drama de su provincia: “Yo no quiero ser Obispo de pinos sino de gente”, dice el Obispo.




El Chaco que tuvo la riqueza ecológica de la cuenca amazónica, hoy es desvastando por el avance de la soja y la industria petrolera. En las alturas de Córdoba, el envenenamiento de una población cercana a los campos de soja de la Monsanto, víctima de la fumigación aérea, sacude a la sociedad civil.




Los desplazados del campo emigran, en busca de trabajo, a las ciudades, engrosando los cinturones de miseria.




¿El creciente mar de soja, pinos y eucaliptos terminará ahogando la soberanía alimentaría del país?




¿Es el siglo XXI el tiempo de la desaparición de las culturas campesinas?